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-Revenge -Fumadora compulsiva -Amante de los rubios y los weones -Preferencia de rojo y negro -Obsecionada con los ovni y las ciencias paranormales -Role Player -Carente de paciencia -I ♥ YAMAMOTO -I ♥ 8059

sábado, 5 de febrero de 2011

Nada



Gokudera Hayato siempre mantuvo la seguridad de que una sola persona sería especial para él toda su vida, aquel a quien debía respetar, y dar la vida; Sin embargo todo cambio desde que Yamamoto entró en ella, dandole otro sentido al volcarla 360°

Sus palabras, sus caricias, esas sonrisas que eran sólo para él, los momentos, los regalos, los años que le entregó sin pedir jamás nada a cambio, Gokudera cállado los atesoró. Por años intentó alejarlo sabiendo que pronto dependería de él, le necesitaría y le amaría con intensidad, pero Yamamoto Takeshi era tan terco que no lo soltó jamás, enamorado y cegado por ello.

Yamamoto muchas veces dijo cosas que a Gokudera le dejaban en silencio; El como Gokudera era fiel a Tsuna, ciego a su principal razón de vivir, el como pensaba más en si mismo que en la reacción de los demás, ese desgraciado sentimiento de perder a su madre y no hablar del tema, guardandose las cosas, las palabras, los sentimientos para el mismo y nadie más.

Ambos eran tercos.

El mundo de la mano derecha de Tsuna podía cambiar en un instante, en un segundo, en un disparo; En el momento en el que ese disparo atravesó a Yamamoto y Gokudera pensó, por ese instante que se quedaría solo de nuevo, completamente solo, vagando por las calles, buscando a alguien a quien servir, mendigando comida y arrastrando los pies por refugio.

A sus 24 años Yamamoto Takeshi había perdido la vida.

No había a quien culpar, no había a quien vengar, tampoco había modo de solucionar lo que ya estaba hecho, lo irreversible, aquello que fue la última cosa que imaginaste en la vida- Lo único que me quedaba lo e perdido -suspiró con una voz ronca y vieja, desgastada, cansada, Tsuna había muerto hace unas semanas, presa de las familias que querían destruir Vongola, su madre había fallecido hace unos años, y aunque lo había superado, su recuerdo estaba presente, siempre lo estuvo..

..pero esto era lo que se llamaba la gota que rebalsó el vaso.

Yamamoto era su soporte, era su amante, era su amigo y por sobre todo era aquella persona que sin permiso entró en él de todas las formas posibles, a su mente, a su vida, a su corazón, a su alma, y a su interior.

Tan rápido como vino acabó. Yamamoto no era más que un cuerpo inmovil, inútil, enterrado bajo tierra.

Ya no había nada, ya no tenía nada: Gokudera lo había perdido todo, su lealtad, su razón de vivir, sus principios, su familia, su corazón.

"Gokudera ¿puedo darte un beso?"
"¡Ooooi, Gokudera! ¿Recibiste mi mensaje del movil?"
"Haha, que cruel, ¿podrías decir "te amo, Take"?"
"Quiero hacerlo muchas veces contigo esta noche..Gokudera"
"¿Me ayudas con la corbata?"
"Hayato, no te esfuerces, todos trabajamos aqui para Tsuna"
"¿Quieres ir a beber a algun lado?"
"¿Sabes que te amo, verdad Hayato?"
"Hayato..."
"Hayato..."
"...."

- ¡BASTA!

Que ironía, ese sentimiento que te daba fuerzas, ese sentimiento más importante, ahora era doloroso, inservible, solitario.

Ya no había nada, la habitación oscura era su única compañia.

No tenía nada.

--

- Yare yare.. ¿Gokudera-san? -Lambo hizo acto de presencia por la puerta, sólo para ser atacado con un olor a cigarrillo fuerte, molesto. Tuvo que taparse la nariz y sostener la bolsa que traía en la otra mano. La puerta cedió un poco, había que ponerle más esfuerzo en empujarla, parecía no haberse abierto en meses.- E traido comida de I-pin.. seguramente no has comido nada -sentenció moviendo la mano frente a su rostro para evitar asfixiarse con el olor a polvo, y tabaco a la vez.

Cuando recién pudo darse cuenta el dueño de la casa estaba en su cuarto, dormido quizá. Lambo se encogió de hombros y miró a su alrededor, el lugar era un desastre, desordenado y sin limpiar, la cocina era lo peor, suerte que tenía puerta y asi nada de ahí saldría a atacar al peliplateado, ya que seguramente las comidas podridas del lugar tomarían vida tarde o temprano.

Una sola cosa le llamó la atención, era un marco de fotografía que con la poca luz que daba la ventana se podía apreciar, también el como había sido removida de ese lugar tantas veces que el polvo carecía.- Esto es.. -una imagen de tres personas, Tsuna en medio, Gokudera a un lado y Yamamoto al otro, los tres sonriendo, Lambo torcio las cejas en una expresión de nostalgia, dolor, y hasta sentimientos encontrados.- Cargar tu sólo con este peso.. ¿no te parece injusto? -murmuro devolviendo el marco a su lugar, sin embargo este estaba algo roto, levantado, quizá abierto, Lambo tuvo que usar las dos manos para retener lo que casi caía al suelo; Un par de fotografías más en las que estaban solamente Yamamoto y Gokudera, de vacaciones, comiendo, durmiendo, con una felicidad que había sido plasmada en imagenes, felicidad que a estas alturas ya no existía.

Gokudera se levantó con el ruido y salió a pasos torpes del cuarto, su aspecto era patético por no decir terrible, apenas su abotonaba su descolocada camisa y por suerte traía pantalones.- ¿Quién...? -hacerlo levantar en el estado en el que estaba y obligarlo a sacar su pistola del cajón..

Lambo soltó un alarido de susto y lo último que Gokudera vio fue la bazooka saltar encima de él, quizá en un intento por escapar de tan aterrador ser, tropezó y fue victima de este aparato tan potente.

El lugar le proboco nostalgia de un segundo a otro, la lluvia calava fuerte en las ventanas, el olor a cuero humedo le invadió los sentidos, la calidez de unos brazos le hicieron moverse en un instante, alejarse..

..era más que obvio quien era el que le otorgaba con tanto amor aquello.- ¡Ngg! -la manta que cubría ambos cuerpos se fue por el lado del que se movió primero, y aunque Gokudera de 24 años se tapó el rostro con los brazos para no ver, Yamamoto, con sus 14 años le sostuvo de caer en ese movimiento tan rápido

- ¡Oi! ¿Gokudera? -Esa voz- Estás.. más alto, haha ¿es esto un truco? -esa risa- Oi.. ¿por qué.. no me dejas verte? -esa ingenuidad, Gokudera tembló y sacó la manta que le cubría rápidamente, aunque cobarde no quería verlo, sólo eran 5 min, por lo que se dijo mentalmente que podía soportarlos.

Su mirada era fria, no tenía expresión, no tenía sentimiento, apesar de tener a Yamamoto vivo frente a sus ojos, el saber su futuro le obligaba a no poder conservarse tranquilo, calmo.. pero los ojos del moreno le hechizaron, esa inocencia de hace diez años, esa mirada de amor que sólo iba para él.

No podía soportarlo.

Le empujó en un instante y salió del lugar, la puerta a la derecha, escaleras abajo, salida por la izquierda pasando las mesas de la tienda; Se lo sabía de memoria, aun estaba en su mente.

Los pasos del menor se hicieron presentes, siguiendolo presuroso, gritando su nombre. Gokudera no llegó más allá de la puerta, mojandose al instante con las gotas de una fuerte lluvia en una noche de Namimori por invierno..

..Oh.. lo recordaba bien, ese día tenía tanto frio que se fue a casa de Yamamoto quien le ofreció calor por el movil, no tenía intenciones de ir pero, teniendo en cuenta la alta temperatura que el cuerpo del moreno adoptaba en esas noches frias, le convenció de mover el trasero al lugar, convencido de que podría dormir más cómodo si de estar ahí se trataba; Con él.

- ¡No me sigas! -bramó con un tono de voz que jamás pensó usaría de nuevo, ese que usaba sólo con él.

- ¡Pero esta lloviendo! -Yamamoto extendió una mano a tomar la contraría y le volvió a tapar con esa manta, evitando que se siguiese empapando bajo la lluvia.- Gokudera vino aqui por calor, no quisiera que te resfriases..

Que molestía, esos ojos, esa mirada, esas palabras; Pasado 10 años no cambiaba, seguía con la idea de protegerlo ¡No necesitaba que nadie lo hiciese! ¡Había cuidado de él mismo por años, y no porque un imbécil enamorado llegara a jurarle protección iba a confiar en él! - No me toques -murmuró golpeando su mano y de una maldita vez se atrevió a verlo..

Su mirada mostraba pena, verguenza, dolor, angustia, nostalgia, frustración. Yamamoto se sintió desconcertado, ¿estaba pasandola mal en el futuro? ¿Por qué sus hermosos ojos ahora eran tan grises y acongojados?- ¿Gokudera?

- Tomaré esto prestado, sólo son 5 minutos -pidió tomando entre sus dedos frios y temblorosos la manta que le protegía, desvió la mirada y se dio la vuelta, nuevamente intentando desaparecer de ahí, pero era tan obvio que el terco guardián de la lluvia le detendría por enésima vez.

- ¡Gokudera!... quédate

¿Podía partirle el corazón de otra forma? ¿Una más dolorosa? ¿Más torturosa quizá?

- Cállate -tuvo que inclinarse con pesadez, sentía que Yamamoto podía adivinar la expresión de su rostro si llegaba a quebrarse.

- No puedo hacerlo si veo que tienes ese aspecto.. ¿qué a pasado? ¿Es algo del futuro y la mafia verdad?

El aludido se dio la vuelta, con la cabeza agachada estiró los brazos y los cerró contra el otro, prensadolo en su pecho húmedo, intentando revivir la sensación que ello le causaba, el calor contrario, el olor del mismo, la sensación de su cercanía.- Takeshi ... -murmuro con dolor, con una voz ajena a la habitual del peliplateado, diferente, rogona.

Yamamoto, desconcertado pero no asustado, le devolvio el abrazo, apesar de la diferencia de altura y de la fuerza que tenía el mayor para aferrarlo a su cuerpo, Yamamoto le dejo hacer, algo andaba mal y tenía tan perturbado a Gokudera del futuro que le obligaba a hacer esas cosas que un Gokudera de 14 años no haría tan a la ligera, menos con ese tono de voz tan diferente.

Aunque el moreno pidió detalles del asunto, Gokudera se negó a contarlos, a pesar de tener esa mirada sincera encima, el guardian de la tormenta estaba firme, conocía los efectos, y aunque podían funcionar a su favor, conocía a Yamamoto.

"Si tengo que morir por Gokudera lo haré y no estaré resentido por ello"

No había nada que cambiar, Yamamoto era firme en su determinación..

Esa puñetera determinación egoísta que dejó solo a Gokudera Hayato, al borde de un suicidio todos los días, atormentandose con recuerdos entre sus cuatro paredes, ahogandose de soledad, y rogando porque al día siguiente todo acabara.

Ya no le importaba nada, porque ya no tenía nada, ni porque luchar, ni porque vivir.

End.

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